Hablemos sobre las violaciones y el poder. Para muchxs, un violador es una persona enferma. Sin embargo para muchos psicólogos y para la teoría de género, una persona que viola no es más que una persona que ha aprendido a raja tabla lo que la cultura le ha enseñado. Por una cuestión de desigualdad de género, es más común escuchar de las violaciones a mujeres o a cuerpos femeneizados, lo cual no implica que las violaciones sean privativas de este grupo, sino que también existen violaciones a varones pero son menores en estadística y por ende menos visibilizadas. Además de los miles de casos de violaciones a mujeres que vemos todos los días, nos encontramos hace muy poco con un caso de un joven violado por sus propios 7 amigos. Si alguien aquí cree que las violaciones se cometen en la búsqueda del placer, se equivoca. Las violaciones se cometen como recurso de poder. Es por este motivo, que las mujeres y los cuerpos femeneizados son los que más han sufrido este delito a lo largo de la historia.
Los cuerpos de las mujeres han sido utilizados como recurso político desde siempre. El acceso sexual a sus cuerpos sin consentimiento, es un hecho que ha acontecido en todas las sociedades. Es bien sabido que en las mayoría de las guerras, las violaciones a las mujeres de los contrincantes, han sido el arma más útil para destruir a un pueblo.
Las violaciones pueden realizarse en bandas y generalmente demuestran una intención punitiva. Podemos tomar como ejemplo las muchas violaciones “correctivas” hacia mujeres lesbianas. Recuerdo hace unos años el caso de “Higui” Eva Analía de Jesus, una mujer lesbiana, a la cual 10 hombres intentaron violar, resultando uno muerto cuando ella actuaba en legítima defensa propia. Higui estuvo mucho tiempo detenida por esto. Aquí podemos ver claramente como no solo hubo una intención punitiva de la banda, queriendo “corregir su lesbianismo” sino también una acción positiva de la justicia y la sociedad (que la deja encarcelada por eso). Higui rompe el pacto social que por ser mujer, la condena a la subordinación. Higui se defiende y es por eso que deja de ser una víctima a los ojos de la sociedad y fue castigada.
Es interesante pensar entonces porque la sociedad y la cultura condenan a quien no se deja violar. También es interesante analizar la fuerte impronta de la violación como medio punitivo y cuan enraizado está en nuestra cultura. Cada vez que una mujer es violada, no faltará el comentario hacia que su actitud o su ropa lo justificaban, o que sus padres deberían haber cuidado más de ella. También podríamos pensar en la manera en la que nuestra sexualidad está educada. El porno, que ha enseñado ha vincularnos sexualmente, a la mayoría de las personas, deja ver en un fino análisis que lo que se trasluce no es el placer en si, sino los vínculos de poder. Siempre una persona subordinada y pasiva y una persona activa y dominante.
Esto que sucede en nuestros cuerpos, no es algo que se quede aislado en lo micro, se traslada inminentemente a lo macro. Nuestros cuerpos nunca han sido solo nuestro territorio, sino que han sido un territorio social y ha sufrido las consecuencias de las luchas de poder. Es por este motivo que el cambio necesario para el fin de este crimen, no es más ni menos, que cambiar desde lo social, los vínculos de poder que generamos y permitimos.
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