La geopolítica a varias bandas convierte a Serbia en un éxito mundial de vacunación

El país candidato a entrar en la UE inocula a sus ciudadanos con fármacos desarrollados tanto por potencias occidentales como por Rusia y China, en un reflejo de su política exterior a varias bandas.

En Serbia nadie hace cálculos sobre qué vacuna le tocará. Sus ciudadanos simplemente marcan en un formulario digital la que prefieren recibir. O señalan que les da igual cuál, lo que suele adelantar su turno en un rápido proceso que ha convertido al país en el sexto del mundo según la tabla comparativa de Our World in Data, liderada por Israel. Además, es el segundo de Europa con más población vacunada por cada 100 personas, con los datos de esta lista. Un 28,8% de los serbios han recibido al menos una dosis y es el cuarto Estado que más ha vacunado en los últimos siete días, lejos de la atención que ha atraído el Reino Unido (37,1%, tercero del mundo y primero en Europa) al vincular con el Brexit el avance de su programa. La media en la UE está en el 10,9%.

Una mirada a las cuatro casillas del formulario serbio revela buena parte de las entrañas geopolíticas del éxito. Corresponden a la vacuna desarrollada por la estadounidense Pfizer con la alemana BioNTech, a la del gigante anglo-sueco AstraZeneca, a la china de Sinopharm y a la rusa Sputnik V. Es decir, tanto dos occidentales aprobadas por la UE como dos de los rivales estratégicos de la Unión, que aún no cuentan con el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés).

Una diversidad que ni es casual ni Belgrado pierde la oportunidad de destacar. Simbólicamente, la jefa de Gobierno, Ana Brnabic, formada en Estados Unidos, se convirtió el pasado diciembre en el primer dirigente europeo en inocularse con el fármaco de Pfizer-BioNTech, mientras que el rusófilo titular de Asuntos Internos, Aleksandar Vulin, optó por Sputnik V y el de Sanidad, Zlatibor Loncar, por el más cuestionado de Sinopharm.

Con siete millones de habitantes, Serbia ha registrado medio millón de casos y 4.644 muertes por covid. La vacunación comenzó el pasado enero y el mensaje oficial es que ha podido centrarse en la dimensión meramente sanitaria de la campaña gracias a una política exterior a varias bandas que la libera de corsés geoestratégicos. Se trata de un país europeo que negocia su adhesión a la UE, pero también de uno de los escasos Estados balcánicos fuera de la OTAN (organización que lo bombardeó hace dos décadas) con Rusia y China (que ha invertido allí 4.000 millones de euros desde 2011) como aliados. Ambos bloquean el ingreso en la ONU de Kosovo —la exprovincia serbia que declaró unilateralmente su independencia en 2008— gracias a su asiento permanente en el Consejo de Seguridad.

La paradoja es que el presunto apoliticismo de la vacunación ha sido precisamente muy político. El presidente, Aleksandar Vucic, ha asegurado que algunas vacunas “que vienen de Oriente son incluso más seguras que las que vienen de Occidente” y que ha visto informes de servicios de inteligencia occidentales en los que se admite que la china es mejor. “Vucic, [Vladímir] Putin y Xi [Jinping] están salvando Serbia”, tituló incluso un tabloide que, como todos en el país, apoya al Gobierno.

Serbia será el primer país europeo en producir la Sputnik V, a partir de mayo, y el medicamento de Sinopharm, desde octubre y en una fábrica que construirá junto con China y Emiratos Árabes Unidos. Estos fármacos se venderán “incluso a precio de coste” a otros países de la región, señaló el presidente el pasado jueves.

Hace un año, cuando la UE dejó fuera de su estrategia contra la pandemia a la parte de los Balcanes que no está en la Unión, Vucic calificó la solidaridad europea de “cuento de hadas” que “solo existe sobre el papel” y las calles del país se llenaron de banderas y carteles en agradecimiento a Xi. El presidente ha acusado además a los países desarrollados de comprar dosis extra “como si quisieran vacunar a todos sus perros y gatos” y comportarse como los ricos en el naufragio del Titanic, “preparándose caros botes salvavidas mientras los que no somos ricos, los pequeños, como los países de los Balcanes Occidentales, nos hundimos juntos”. Un discurso que alimenta que la mayoría de serbios crea hoy que el principal donante a su país es Pekín cuando lo sigue siendo de largo la UE. “Sé que se está librando una batalla diplomática en torno a las vacunas en Serbia”, admitió el pasado febrero el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell. “Parece que no somos tan buenos en propaganda”.

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