Conceptualmente, la energía se define como una fuerza inherente a la materia que es capaz de producir una acción o un trabajo. La energía no puede crearse ni destruirse, únicamente transformarse en otras formas de energía. Así lo establece el Principio de Conservación de la Energía.
La naturaleza provee dos fuentes de energía, primarias y secundarias. Las primarias son las que no han sufrido alteración en su estado natural; se dividen en renovables y no renovables. Por su parte, las secundarias son energías que se obtienen a partir de la transformación de fuentes primarias o de otras fuentes secundarias.
Energías no renovables, un recurso indeseable de fuerte gravitación
La vida en la tierra se remonta millones de años atrás. En ese entonces, tanto los mares como la superficie estaban habitados por seres vivos que cumplían el ciclo natural de la vida. Así, cuando morían, los restos de organismos se mezclaban con sedimentos, arena y barro. Luego, esos depósitos ricos en materia orgánica, por complejos procesos químicos y físicos en el interior de la tierra, dieron lugar a los combustibles fósiles, la principal fuente de energía no renovable de la humanidad.
Pero el hecho de que estas fuentes sean las más utilizadas, no significa que sean las mejores. En efecto, las energías no renovables se caracterizan por lo siguiente:
- Existen en una cantidad limitada en la naturaleza; se agotan con un consumo excesivo.
- Son contaminantes; generan emisiones y residuos que provocan impactos negativos sobre el medioambiente.
- Se las encuentra solo en algunas partes del planeta; lo que provoca una fuerte dependencia externa a los países que no las poseen.
- No son renovables en el corto plazo; se necesitarían otros millones de años para producirlas.
No obstante, a pesar de todas las connotaciones negativas señaladas que suponen su uso, la demanda mundial actual privilegia estas fuentes de energía. Dentro de esta categoría se encuentran los combustibles fósiles (carbón, gas natural, petróleo), y los combustibles nucleares (uranio, plutonio).
La ANIF (Asociación Nacional de Investigaciones Financieras), da la siguiente composición para la matriz energética mundial: petróleo, 33 %; carbón, 28 %; gas natural, 24 %; energía hidroeléctrica, 7 %; energía nuclear, 4 %; energías renovables, 3 %. Mientras que para Argentina, según publica el Grupo Montevideo es: gas natural, 52 %; petróleo, 33 %; renovables, 6 %; hidráulica, 4 %; nuclear, 3 %; carbón, 2 %.
Como se puede apreciar, tanto en Argentina como en el resto del mundo, la matriz energética está compuesta básicamente por fuentes primarias fósiles no renovables. En consecuencia, esto no hace más que ratificar la necesidad de aumentar la participación de las fuentes renovables, y de lograr una mayor eficiencia en la obtención de energía a partir de ellas.
Energías renovables: ¿por qué biomasa?
Todas las energías renovables son consideradas fuentes de energía limpia, ya que su impacto sobre el ambiente es prácticamente nulo y siempre es reversible. Pero de las diferentes fuentes de energías renovables (geotérmica, hidráulica, undimotriz, eólica, etc.), la proveniente de la biomasa es una de las más confiables. Esto es así porque se produce constantemente, se puede almacenar, es independiente de variables meteorológicas y no produce residuos ni efluentes contaminantes.
Mencionada dentro de un contexto energético, el término biomasa destaca un tipo de energía renovable basado en la utilización de la materia orgánica; puede ser de origen vegetal, animal o producto de la transformación natural o artificial de la misma. Por consiguiente, la biomasa es material orgánico obtenido a partir de procesos biológicos utilizada para producir energía biomasa.
La energía biomasa proviene de la luz solar. Así, mediante el proceso de fotosíntesis, las plantas captan la energía que proviene del sol y toman dióxido de carbono del aire para producir sustancias orgánicas. Luego, cuando la biomasa es utilizada para producir energía, el dióxido de carbono liberado es reutilizado por las plantas para reiniciar el ciclo; esta característica constituye un círculo virtuoso y es lo que la diferencia de la producción de energía a partir de los combustibles fósiles. En este último caso, el excedente de CO2 liberado pasa a formar parte de los GEI (gases con efecto invernadero), contribuyendo con el calentamiento global y el cambio climático.
La biomasa, como fuente energética, es una excelente alternativa por dos motivos. El primero es cuantitativo, permite obtener una gran variedad de productos; el segundo es cualitativo, puede sustituir a los combustibles fósiles en todos los campos en los que ellos son utilizados. Así, los combustibles que se pueden obtener a partir de la biomasa pueden ser sólidos, líquidos o gaseosos y se utilizan diferentes tipos de tecnologías producirlos. Un dato importante es que estas tecnologías están siendo aplicadas por las organizaciones y los gobiernos, conscientes de que deben participar con acciones para disminuir la emisión de gases con efecto invernadero.
Actualmente, el desarrollo de un país, región, localidad o empresa se proyecta en términos de sostenibilidad; esto es así porque contempla no solo el aspecto económico, sino también el social y el ambiental. Planteado en estos términos, la energía eléctrica o térmica derivada de la biomasa tiene una serie de ventajas que es importante destacar:
En el plano socioeconómico:
- Moviliza inversiones.
- Gran potencial de aprovechamiento en los sectores rurales. Los residuos se pueden reconvertir en nuevas materias primas con valor energético.
- Se generan nuevos empleos.
- Permite el aprovechamiento de los deshechos y residuos de la actividad humana.
- Mejoran las condiciones de vida de poblaciones rurales y energéticamente vulnerables.
- El reemplazo de energías provenientes de combustibles fósiles permite un ahorro importante de divisas para los países.
- La sustitución también disminuye la dependencia de terceros países, ya que todos los países tienen algún tipo de biomasa mientras que solo algunos disponen de reservas fósiles.
En el plano energético:
- Permite diversificar la matriz energética.
- Promueve la seguridad energética a través de energía firme. Este término se aplica a la energía de un sistema eléctrico que está garantizada en todo momento del día o del año, independientemente de las condiciones del sistema.
- Contribuye a hacer efectico el cumplimiento de la Ley N° 27.191 (Régimen de Fomento Nacional para el uso de Fuentes Renovables de Energía destinada a la Producción de Energía Eléctrica).
En el plano medioambiental:
- Reduce la contaminación de suelos y aguas.
- Contribuye a disminuir la emisión de gases contaminantes y con efecto invernadero.
- Es una importante ayuda para mitigar los efectos del cambio climático.
- Es considerada una actividad de emisiones neutras de CO2. Como ya se adelantó, el CO2 producido al quemar los biocombustibles vuelve a ser aprovechado en la fotosíntesis por otros cultivos para volver a producir biomasa.
Argentina y el potencial de producción de energía a partir de la biomasa
El origen de la biomasa es muy variado. Puede ser natural, la que se produce sin intervención del hombre; residual seca, la procedente de actividades agrícolas, forestales y agroindustriales; residual húmeda, que proviene de vertidos biodegradables urbanos, industriales y ganaderos y los cultivos energéticos, cuya única finalidad es producir biomasa para su transformación en combustible.
Luego, con esta biomasa, a partir de diferentes procesos bioquímicos, físico-químicos y termoquímicos se pueden producir aceites, biodiesel, etanol, biogás, gas sintético, carbón vegetal y leña.
Argentina, por el fuerte peso de sus actividades agrícolas-ganaderas, es un país con una abundante producción de biomasa. Para tener una idea, el potencial de generación térmica proveniente de residuos biomásicos es de 6.200 MW (la Central Térmica Costanera, la mayor planta termoeléctrica de Argentina, tiene una capacidad total instalada de 2.303,6 MW).
Nuestros vecinos Brasil, Chile y Uruguay han entendido el valor de la utilización de las energías renovables, en general y de la biomasa, en particular, en la generación de energía eléctrica. En el primer caso la participación se ubica entre el 10 % y el 15 %, y en el segundo, entre un 7 % y un 10 %, superando largamente a nuestro país en ambos casos.
Pese a todas las connotaciones positivas que suponen el uso de recursos renovables para producir energía, hay dos aspectos que no han favorecido su desarrollo; por un lado, la aplicación de políticas de subsidios a los combustibles fósiles y por otro, la evaluación de proyectos bioenergéticos con técnicas de la economía clásica.
Por este motivo, se hace necesario encontrar una metodología capaz de expresar en valor económico los beneficios ambientales y sociales derivados de la utilización de la biomasa. Así, de esta manera, Estado y particulares podrán comprender y dar el lugar que corresponde a este importante recurso. La biomasa, obligadamente, está llamada a tener un fuerte peso relativo en la composición de la matriz energética Argentina.
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