Estamos viviendo tiempos turbulentos a nivel electoral provincial y nacional. Creo que no estamos equivocados si afirmamos que jamás pareció que se jugó tanto en una elección, y dentro de ese juego vale todo. Cambiar las reglas, adaptarlas a nuestra conveniencia, ignorarlas, todo vale en esta democracia para pocos.
Cuando afirmo esto no estoy diciendo que pocos somos los que participamos de la vida democrática de nuestro país, pero democracia significa “capacidad de elegir” y si hablamos de elegir, eso se da tan sólo cada vez que hay elecciones; después de ello ya no hay vuelta atrás.
Las revocatorias de mandato, y otras herramientas reales de la democracia o no están disponibles para nosotros o son casi una utopía en su implementación, conclusión: “remarla” como nos indicaría nuestro presidente.
Estos tiempos turbulentos legalizan prácticas, normalizan cosas que no deben ser normales, nos acercan lo peor de los seres humanos en pos de obtener rédito. Y no son prácticas que se puedan cambiar con una ley, siempre habrá un hueco legal por donde seguir escabulléndose.
Mañas tales como aprietes, dádivas momentáneas, amenazas lisa y llanamente a la dignidad humana, aportes espurios, robos, muertos asustándose de degollados, fracasantes seriales hablándonos de soluciones, personas que hace 30 años sólo viven del estado diciéndonos que les demos una oportunidad, empleados nuestros que nos piden que no los echemos sino que quieren seguir siendo empleados aunque no hayan rendido. Acá no importa si se trata de niños, de ancianos, de viudas, de la educación, de la salud; lo hemos permitido siendo cómplices, aceptándolo y prestándonos a ello.
Entonces de qué manera cambiamos esto. Creo que al menos muchos de nosotros estamos indignados y en contra.
Quiero acá tomarme el tiempo de desarrollar un pensamiento.
¿Quitaremos un comportamiento adquirido en una persona con una ley?
Si la ley es un marco normativo, qué haremos con aquellos que deliberadamente no quieren ser “enmarcados”.
Podemos preguntarnos y responder en muchos casos y a través de muchos ejemplos. Saquemos porcentajes, cuántos de nosotros utilizamos el cinturón de seguridad a pesar de que la ley indique que es obligatorio en cualquier momento que conducimos o utilizamos nuestro vehículo en cualquiera de sus plazas.
¿Nos sirve que la mitad de los gobernantes cambien sus prácticas por otras más honestas? Haremos con eso la diferencia ¿Sirve medicinalmente reducir la infección de un organismo a la mitad?
Creo que el contraste en este sentido y en este tiempo la harán los outsiders, los “chalecos amarilos” de estas pampas, gente indignada (en el buen sentido de la palabra) que decida encaminar ese sentir hacia la consecución de metas de gobierno.
Es decir ya no seguir probando con aspirinas para la infección, si el organismo no funciona más, entonces será necesario un trasplante, desde las escuelas, desde las cooperativas, desde los movimientos sociales de base, desde las iglesias, desde los comercios, desde los sillones y comodidad de nuestras casas hacia el gobierno; con ideas, con impronta, con trabajo. Con ganas de dejar plasmado un cambio real para volver al sillón de nuestros hogares dentro de un tiempo con el sabor en nosotros de haber contribuido, o al menos, de haberlo intentado.
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