El conflicto docente no cesa en Chaco y a medida que este crece, crece también la tensión entre el gobierno y los trabajadores. En las últimas horas todo el pueblo fue testigo de un nuevo escrache al gobernador Domingo Peppo y a la ministra de educación, Marcela Mosqueda. Tuvo como saldo –tristemente- la detención por un par de horas de Oscar Ponce, un bibliotecario de Puerto Vilelas que se manifestaba en Resistencia.
Pero lo que me motiva en realidad a escribir estas líneas, es el video protagonizado por la ministra Mosqueda, quien respondió agresivamente a los planteos de una docente que la esperaba para decirle “ustedes no nos reciben, por favor solucionen el conflicto, no podemos más”. No podemos más. Ese grito casi desesperado que da cuenta de la angustia de quienes quieren estar en las aulas pero están allí, a las afueras de los actos, a la vera de la ruta y en las calles; explicando a las autoridades lo que todos sabemos: la educación en Chaco no puede más. La ministra (muy desubicada y evidentemente fuera de control) increpa a su colega y le pide “demuestren que son docentes”.
Como orgullosa hija de docente, como ex presidente de una cooperativa escolar y de un centro de estudiantes secundario, como militante política, como futura abogada pero fundamentalmente como alumna que ha tenido la suerte de caer en la escuela pública –parafraseando el desafortunado comentario que realizara hace poco más de un año el presidente Macri-; no puedo dejar pasar este hecho para nada aislado sin expresarme.
Crecí viendo a mi madre ahorrar: gastaba lo justo, caminaba desde casa al instituto terciario donde estudió y tomaba apuntes de libros prestados para poder pagar el arancel de su carrera. Perdimos tiempo de estar juntas es cierto, pero la satisfacción de verla recibida de lo que siempre quiso ser fue el premio más grande a todos los sacrificios. Tiempo después la vi llorar por aquel alumno que se lastimaba los brazos porque se sentía insuficiente; la vi quedarse fuera de horario con el otro que quería dejar las drogas y necesitaba contención; la acompañé a despedir a ese alumno que falleció y al que lloró como si fuese un hijo; la vi sentir el yugo de sus “superiores” violentando hasta hace muy poco su derecho a huelga –entre otros-. A lo largo de estos años la acompañé también a entregar diplomas y emocionarse hasta las lágrimas cuando se encontraba en la calle con un policía, un enfermero o incluso un colega que había pasado por sus aulas. Los alumnos de mi mamá están en todas partes, y me enorgullece que la recuerden con amor. ¿Pero saben qué? Hace poco, la escuché decir “me ganó el sistema, esto no va para ningún lado, a veces pienso en buscar trabajo de otra cosa”. NO PODEMOS MÁS.
Durante los años en los que fui alumna conocí a docentes de todo tipo: buenos, malos, pacientes, irritables, exigentes, flexibles, creyentes, agnósticos, ateos, peronistas, radicales, socialistas… Los vi y los acompañé cuando trabajaron para hacerle el muro a la escuela; estuve ahí cuando vendieron rifas para pintarla, también cuando donaron parte de su sueldo para colocar el cielo raso en ese techo que hicieron con la venta de comida un domingo en vez de descansar; e incluso cuando luego de la inundación se juntaron para limpiar el colegio llevando cada uno elementos de limpieza desde sus casas (muchas también azotadas por el temporal). Los vi llorar por el alumno que ya no está, y salir corriendo a comprar comida para el que se desmayó de hambre en plena clase durante un caluroso noviembre chaqueño. Los vi acunar a los hijos de las alumnas para que ellas puedan terminar sus estudios. Los vi enorgullecerse cuando sus alumnos representaron al colegio en diferentes olimpiadas y concursos, cuando volvieron convertidos en profesionales y cuando vieron que nos juntamos como ex promoción a compartir un asado.
Hoy los veo luchando y soy yo quien siente orgullo, respeto y admiración. No es la primera vez y me temo decir que no será la última, porque la educación arrastra conflictos desde hace años que van más allá de los gobiernos, los partidos políticos y también del salario de los educadores. Cuando los docentes salen a la calle lo hacen para que sus alumnos tengan útiles, para que en la escuela haya material didáctico y por supuesto, para que se les devuelva la dignidad. Los docentes piden para ellos, para sus familias y para toda la comunidad. Los docentes construyen y protagonizan una lucha colectiva de la que todos tendríamos que formar parte. Porque la educación pública de calidad no se limita a hacer escuelas nuevas (como el Jardín N° 218 de Santa Sylvina, que fue construido hace cuatro años y ya lleva más de seis inundaciones con más de 30 cm de agua dentro; o la EEP N° 962 de Coronel Du Graty, en la cual se inauguró la ampliación del SUM en 2015 por un monto de 6 millones de pesos y el mismo se desplomó literalmente en 2017). Hace no mucho tiempo oí llorar a un directivo porque un alto funcionario mirándolo a los ojos le dijo “tu escuela está muy linda, no te la van a arreglar”. Esa escuela no tiene patio, es un centro comercial readaptado. NO PODEMOS MÁS.
Entiendo la impotencia de los trabajadores. Me duele que mi madre, sus colegas y la comunidad educativa en general tenga que pasar por esta situación. Estudiaron mucho tiempo y hoy este gobierno les habla de que deben demostrar vocación mientras los censuran y prácticamente los reprimen; le dieron su vida a la profesión y hoy –nuevamente- les sugieren volver a trabajar desde un decreto que viola la Constitución Provincial y violenta su dignidad. Se convirtieron en psicólogos, trabajadores sociales, médicos, incluso padres sustitutos, mientras les amenazan con convocar a otros colegas a tomar sus horas como suplentes si ellos no regresan a las aulas. NO PODEMOS MÁS.
Históricamente la clase política ha vapuleado la educación pública y estas son las consecuencias de sus actos. A raíz de este conflicto nos mintieron que los docentes mandan a sus hijos a escuelas privadas. En realidad son públicas de gestión privada y ellos mismos las generaron a mansalva, porque fueron un salvoconducto durante los primeros años: estas escuelas violentan de muchos modos el estatuto docente y permiten más de un negociado, temática que podría desarrollar en otra oportunidad. Desmantelaron las escuelas técnicas y crearon otras de gestión social donde no importa que quien se pare frente al aula tenga título, sino que sea amigo del poder de turno. Nos dijeron que los maestros son vagos, que no quieren trabajar, que no tienen vocación, que no les importa nada… Pusieron a trabajadores contra trabajadores, padres contra educadores, pueblo contra pueblo. NO PODEMOS MÁS.
A los docentes con lo que he tenido la dicha de cruzarme los abrazo y empuño mi brazo con ustedes. Les agradezco el tiempo, la dedicación y el esfuerzo. Les agradezco que al día de hoy sigan enseñando a través de su constancia, sus banderazos pacíficos y sus marchas sin cortes que afecten a la libertad de tránsito del resto. Les agradezco por soñar, por creer, por no perder las esperanzas y por aplicar a la vida y a la lucha cada concepto vertido en el aula. Y a la señora ministra, que al día de hoy y con el conflicto en su apogeo exige demostraciones le pido: reduzca usted sus beneficios. Vuelva a las calles a vivir y mantener a su familia con un salario docente. Intente abonar las exorbitantes facturas a Secheep con un salario docente. Invierta su tiempo y dedicación a crear, a innovar y a dejar huellas en los niños y adolescentes de este suelo con un salario docente. Reconsidere enviar en tiempo y forma las partidas de refrigerio con un monto adecuado. Exija con nosotros los estudiantes, la implementación del Boleto Estudiantil Gratuito en Sáenz Peña, derecho que nos ha sido negado desde el día uno. Escuche a sus colegas, que la esperan mientras usted finge que no pasa nada y sonríe. Convoque al diálogo. Bájese del helicóptero y véalos a la vera de la ruta. Visite los establecimientos en malas condiciones y genere políticas públicas tendientes a la verdadera reforma educativa que este Chaco necesita… Señora ministra, dé el ejemplo. Demuestre primero usted que es docente, demuestren ustedes que realmente bregan por la educación pública de calidad, demuestren que están para servir y no para servirse del Estado. Señora ministra: demuestren ustedes que son decentes.
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