El reino del revés: El consumo te consume

 En el océano del desamparo no hay dudas (nunca las hubo) de que se alzan islas del privilegio. Son lujosas y también son campos de concentración: son lujosos campos de concentración, donde cada quien está con su cada cual y no se olvidan, ni por un ratito, adonde pertenecen ni quiénes son. La publicidad exige consumo y la economía lo prohíbe, las ordenes que da la publicidad son obligatorias para todos pero imposibles para la mayoría, si hay que darle una definición a esto sería: delito, las páginas policiales enseñan más de las contradicciones de nuestros tiempos que las páginas de política y economía. 

 Este mundo que ofrece un banquete a todos y cierra puertas en las narices de tantos es igualador y desigual: igualador en las ideas y desigual en las oportunidades que brinda. La sociedad del consumo es, sin dudas, una dictadura totalitaria y simétrica al de su hermana gemela: la dictadura desigual del mundo.

 Quien no tiene, simplemente no es solo está simulando existir. Sí, este es el reino de la tilinguería donde estamos todos obligados a embarcarnos en el crucero del consumo que surca las agitadas aguas del mercado, lo peor es que la mayoría de los que este crucero navegan están condenados al naufragio mientras que unos pocos son, gracias a que la deuda externa paga, los que pueden viajar por el crucero del consumo.

  La sociedad del consumo ¿estimula la demanda o, más bien, promueve a la violencia? La respuesta más exacta es que ofrece el servicio completo: no solo confunde la calidad de vida con la cantidad de cosas sino que también brinda cotidianos cursos audiovisuales de violencia.

 Un dato que se ha ocultado por la publicidad y ha sido ignorado por la sociedad del consumo es: James Gustave Steph, responsable del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, declaró en 1997 (sí, hace 21 años) que, en el último medio siglo, la cantidad de pobres se ha triplicado y mil seiscientos millones de personas están viviendo peor que hace quince años.

 La visión de la vida expresada en una sociedad de consumo donde el valor más destacado es el de tener antes que el de ser, está devastando al mundo, lo cierto es que para que pocos tengan mucho es necesario que los muchos tengan poco o, muchas veces, nada.

Brissiana Graff
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