Un país es una familia


Advertencia: Si usted sufre de hipersensibilidad crónica a la verdad, absténgase de leer lo siguiente

Tips: No se siente a leer lo siguiente desde un partido político, hágalo como argentino.

“No existe algo más prioritario que remediar.” Facundo Manes

Existe un término médico, uno entre los tantos que existen, que define a aquellas personas incapaces de reconocer que están enfermos o que padecen algún tipo de dificultad, independientemente cual sea esta. Este término, la anosognosia, nos habla del “déficit de conciencia de la enfermedad”; es un problema serio ya que las personas no advierten sus síntomas y esto retrasa su tratamiento.

Los argentinos, aunque creemos conocer todas nuestras debilidades y falencias tenemos, indudablemente, anosognosia. Anosognocia social. Es por ello que no dejamos de fallar, por lo que nos encontramos en un círculo del que no podemos o, más bien, no queremos salir. Nos está fallando el plan. Nos falta saber dónde estamos y dónde queremos ir.

La Argentina, nuestra Argentina, es un país profundamente desigual y lo es cada vez más. Más de un millón y medio de personas pasan hambre. Se trata, entonces, de una inmoralidad de tal índole que debería preocuparnos a todos. Tanto como argentinos y como seres humanos. Hay en nuestro país, según estadísticas, un 40% de chicos con mal nutrición. Es inconcebible y, lamentablemente, inverosímil. La riqueza de un país no se basa en sus recursos naturales, eso es lo que nos hicieron, nos hacen y nos seguirán haciendo creer. La riqueza de una nación se basa en su gente y más profundo aún: en como su gente piensa y en la capacidad de crear e innovar que tengan y ¿cómo el principal capital de un país, su gente, va a pensar, crear e innovar si no se nutre, no estudia, no inventa y no vive bien?

Como si fuera poco, tenemos otra realidad nacional tan preocupante como la mal nutrición: la calidad de la educación. Esta, increíblemente (y digo increíblemente porque es increíble que las verdaderas vías del desarrollo económico y social sustentable que tendría la Argentina no sea una prioridad), se ajusta cada vez menos a las necesidades reales de los niños, niñas y adolescentes. Para seguir sumando a nuestra lista de descuidos nacionales es necesario hablar, sin restarle ni un poco de importancia, acerca del medioambiente. Argentina ha incorporado varios tratados internacionales a su legislación interna como marco normativo para la protección del medio ambiente de los cuales no voy a hacer mención puesto que, en su mayoría, no se cumplen.

Gran parte de los jóvenes que terminan la secundaria no resuelven un cálculo matemático y no existe una estrategia de desarrollo. Y esta estrategia no debe ser una basada en la explotación de materia prima, el desarrollo y el crecimiento económico se basa en las inversiones en ciencia y tecnología para que, de este modo, se puedan vincular con el sistema productivo, con la industria. Hoy, vergonzosamente, en la Argentina no estamos hablando de esto. Estamos hablando de candidaturas, de egos, de echar culpas y se nos está pasando lo más importante: el bien común.

La grieta en la que actualmente nos encontramos todos los argentinos no nos permite pensar en un proyecto de desarrollo y es por ello que seguimos, desde hace décadas, administrando pobreza. Ningún plan económico va a estabilizar, mucho menos mejorar a la economía mientras sigamos con estos estándares de división. Esta división impacta en nuestra economía, nuestras inversiones y sobre todo en nuestro bienestar.

Estamos más interesados en el pasado que en el futuro. Nos echamos culpas y responsabilidades pero no proyectamos. No tenemos un proyecto que abarque las necesidades y los sueños de todos los argentinos.

Muchas políticas e instituciones deben rediseñarse sobre cómo pensamos, nos comportamos y decidimos. Esta reformulación es indispensable ya que muchas políticas derivan de suposiciones vagas sobre qué necesitamos. Los Estados e instituciones tienen el deber de crear contextos que nos brinden a cada uno de nosotros la oportunidad de florecer.

Es por todo esto que la memoria es clave para el sentido de cada uno y de nuestro país pero debemos tener en cuenta que cada memoria tiene un patrón de activación neuronal que es capaz de ponerse en funcionamiento incluso si el estímulo que lo generó ya desapareció es por eso que los argentinos tenemos una relación compleja con nuestro pasado. Por ello aparece esa relación incomoda en nosotros en un recurrente conflicto: más que preocuparnos por las cosas, nos preocupamos por el nombre de las cosas. Lo que está en juego acá, entonces, es la redacción de nuestra historia. Historia Argentina. Nos preocupamos por el dibujo del camino que nos trajo hasta acá aunque no importe adónde nos lleve.

Nuestra historia argentina y nuestra argentina reciente tienen una marca de lo que fue el terrorismo de estado. Marca de sangre. Hoy que estamos viviendo en democracia debemos comprometernos para mejorar nuestro país “para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

La educación, la innovación y el desarrollo no deben ser eslogans de los políticos, deben ser nuestra prioridad, nuestra lucha diaria y nuestro sueño, digo nuestro porque eso es lo que necesitamos: un sueño colectivo que destruya la división y construya más que un país, una familia. Una gran familia argentina.

Brissiana Graff
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