The BFG

Mediante dos lineamientos muy claros el gobierno de Mauricio Macri se encuentra vinculado bilateralmente con Estados Unidos. Desde que asumió la presidencia, la política exterior del país hizo de las relaciones con Washington su eje estructurante. Por otro lado, la política económica se encuentra expuesta, más abiertamente a partir de la corrida cambiaria de mayo de 2018, a la voluntad del gobierno de Trump, principal patrocinador, garante y soporte del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Si bien el paquete financiero que ha recibido la Argentina, a fin de evitar una nueva cesación de pagos, se lo puede calificar de inédito por los montos que se han ido desembolsando, no menos infrecuente resulta la flexibilidad del organismo multilateral a la hora de modificar una y otra vez las condiciones del acuerdo. Acuerdo que se ha transformado en la principal herramienta para contener las presiones devaluatorias y ganar en gobernabilidad. Existe la idea muy extendida que amarra el éxito electoral del oficialismo a los vaivenes del dólar y que una fuerte corrida cambiaria representaría una herida letal para las expectativas de reelección.

Estados Unidos, principal accionista del FMI, hizo sentir el peso de su voz a la hora de dar luz verde a las demandas de la Casa Rosada. Esto se materializó tanto en el monto de asistencia financiera como en la flexibilidad de las condiciones que se establecieron en los acuerdos. Las razones de por qué Trump decididamente apoya a Macri giran alrededor de tres ejes: una buena relación personal entre los presidente de ambos  países; el temor de Washington a que el ¨populismo¨ se haga con el poder nuevamente en Argentina y asegurar un aliado regional en un contexto de disputa geopolítica con China.

A la hora de pensar la primera cuestión resulta imposible negar que los vínculos interpersonales son importantes en las relaciones internacionales. El pasado del presidente Macri en el negocio de la construcción lo había cruzado con el magnate estadounidense y, por esta razón, fue uno de los pocos que lo conocía a Donald Trump personalmente al momento de su asunción. Sin embargo, centrar los análisis en los ¨agentes¨ tanto en sus afinidades personales como en su dimensión ideológica a fin de intentar explicar el comportamiento externo de los Estados resulta una simplificación muy grande.

Al reflexionar sobre la segunda cuestión podemos apreciar la preocupación de ciertos círculos políticos de Washington ante la posibilidad de que el gobierno macrista pierda las elecciones y esto desemboque en el regreso del kirchnerismo al poder, fuerza política asociada al ¨populismo¨ de izquierda. Hegel apelaba al concepto de zeitgeist para referir a “el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)”. Es decir,  al clima intelectual y cultural de una era. El escenario político regional se ha transformado y los miedos que pueden ir aparejados a la vuelta del kirchnerismo en relación a los intereses de Estados Unidos serían muy limitados. La probabilidad de restaurar un proyecto crítico a la hegemonía estadounidense como el que se llevó adelante durante la primera década de los 2000 carecería de socios. De la etapa del giro a la izquierda solamente quedan las pragmáticas experiencias de Bolivia y Uruguay, ambos sin capacidad ni voluntad de encarar un proyecto político regional alternativo, dejando de lado a una Venezuela sumergida en una crisis interminable.

Otra variable muy importante a tener en cuenta constituye el triunfo de Bolsonaro en Brasil, lo cual evidenció la llegada al poder de un presidente que ha hecho del ¨acoplamiento¨ con Estados Unidos el eje de su política exterior. Una política que no deja de tener resistencias en un país caracterizado por su autonomía estratégica. Brasil siempre representó para los Estados Unidos una pieza clave y muy difícil dentro del tablero sudamericano, dado que, por su vocación de poder y de liderazgo regional, el país evitó siempre una plena subordinación. Es decir, un Brasil ¨acoplado¨ representa un activo de poder para Washington que podría funcionar como dique de contención ante un eventual triunfo peronista.

La creciente interacción de China con Sudamérica se erige como una de las preocupaciones más grandes para Estados Unidos. En un escenario internacional signado por la disputa bilateral entre ambos países, donde la guerra comercial es solo una faceta de un conflicto que involucra dimensiones tecnológicas y de seguridad, garantizar lealtades estratégicas resulta fundamental. América Latina no había estado atravesada por una disputa geopolítica, con un actor extrarregional que amenaza los intereses hegemónicos de Washington, desde la finalización de la Guerra Fría. Tanto el actual secretario de Estado, Mike Pompeo, como su antecesor, Rex Tillerson, advirtieron a los países latinoamericanos la condición ¨predatoria¨ de China. El gigante asiático busca mostrarse como un nuevo oferente de bienes públicos a escala global mediante la inciativa de la Ruta de la Seda, un ambicioso proyecto de infraestructura que ya cuenta con la adhesión de 18 países latinoamericanos. A esto se suma la profundización de su agenda económica (comercio, finanzas e inversiones), lo cual se puede ver reflejado en el fortalecimiento de su presencia en Argentina, en coincidencia con la aprobación del Banco Central de China de la renovación del swap de monedas.

DIMENSIÓN SISTÉMICA

Si bien todo lo anteriormente desarrollado no deja de ser relevante a la hora de intentar dilucidar el apoyo de Estados Unidos al gobierno de Macri, existe otro factor que generalmente se deja de lado: el potencial riesgo sistémico de una megacrisis argentina en el delicado momento que atraviesa la economía mundial. Ian Bremmer, en una entrevista en Thought Economics el 29 de julio de 2018, explica que el mundo de hoy se encuentra en un ¨estado de recesión geopolítica¨ como resultado de la disputa entre Estados Unidos y China. A esto se suma la incertidumbre respecto al Brexit, todo lo cual empuja a la economía global a un estancamiento y así, la mayoría de las proyecciones referidas al crecmiento global (flujo de comercio e inversión) preven un marcado descenso, lo cual deriva de la incertidumbre arancelaria entre las dos potencias.

En este contexto de alto riesgo político global, una crisis político – económica que ponga en riesgo la estabilidad de un importante mercado financiero emergente como es Argentina puede afectar en forma sistémica las expectativas y la confianza de los agentes económicos. No refiero a la clásica idea de ¨contagio¨ hacia las economías emergentes en un contexto de funcionamiento normal, sino a la posibilidad de que la caída de un país como Argentina haga tambalear el escenario global en un momento delicado.

El valor que tiene esta variable al momento de explicar el sólido apoyo de Estados Unidos al gobierno argentino se basa en una análisis desde la ¨agencia¨, un enfoque que apunta a entender cuál es el canal burocrático de la administración Trump que más ha presionado para que la gestión de Macri busque modificar los acuerdos a los que había arribado con el FMI. Ni el Departamento de Estado (Mike Pompeo) ni el Consejo de Seguridad Nacional (John Bolton), ambas áreas donde el retorno del ¨populismo¨ es muy preocupante y la amenaza China tiene un lugar más que significativo, se posicionan como un canal directo en relación a la salud económica argentina.    

Quien tiene en su agenda el caso Argentina, y que también opera como interlocutor entre los funcionarios locales y el FMI, es el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin. Se trata de un reconocido banquero y ex administrador de fondos de inversión que conoce la dinámica de los mercados. El secretario del Tesoro tiene como preocupación central las consecuencias negativas de un no – acuerdo para la estabilidad de los mercados mundiales y por lo tanto para la propia salud de la economía estadounidense. Mnuchin fue desicivo para destrabar tanto la aprobación del primer desembolso del acuerdo de stand by como para la autorización para utilizar parte de ese dinero para la política cambiaria. Fue el encargado de persuadir a David Lipton, subdirector del FMI, para que flexibilice su posición frente a los pedidos de Argentina. Se debe tener presente que el primer acuerdo firmado incluía la prohibición expresa de vender en el mercado cambiario los desembolsos del Fondo. Mnuchin parece ser el más preocupado en evitar que la bomba macroeconómica y financiera argentina explote en este particular contexto global.

DROP THAT OVERFLOW THE GLASS

El fuerte apoyo que viene recibiendo el gobierno de Macri por parte de los Estados Unidos se explica a partir de una combanación de factores. A la amistad entre los presidentes, el temor del regreso de un gobierno populista y la preocupación por la creciente presencia china hay que agregar, como variable decisiva, el nerviosismo que genera en un sector del gobierno de Estados Unidos la evolución de la economía argentina y la posibilidad de una crisis cambiaria en un marco de debilitamiento de la economía global y de escepticismo en los mercados ante las tensiones geopolíticas. Quizás la crisis argentina sea sólo una gota…pero puede ser la que rebalse el vaso.

Gabriel Tolosa
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