A finales del año pasado a un grupo de maestrandos de la Escuela de Gobierno del Chaco se nos propuso realizar una investigación social cuantitativa[ acerca de los adolescentes escolarizados de entre 16 y 17 años en la ciudad de Resistencia. El objetivo era tener una imagen o medida resumen aproximada sobre las principales actividades extraescolares que van desde quehaceres domesticos hasta ir a ‘bolichear’ los fines de semana, algunas opiniones políticas y opiniones politizadas de este grupo etario que votará (y está votando) por primera vez en su vida desde este 2019.
Cuando empezamos a recabar información de estudios antecedentes nos sorprendió la ausencia de datos estadísticos de los jóvenes en las variables que habíamos decidido trabajar no solo en la región noreste sino en todo la Argentina. Sí encontramos números estadísticos en cuanto a sus actividades laborales, escolares (INDEC) y de salud (UNICEF), información necesaria pero no suficiente para cualquier persona u organización con capacidad o intención de influir en el proceso de políticas públicas (faz arquitectónica) o en la construcción de poder político (faz agonal). ¿Acaso no le es útil los políticos en campaña saber lo que la demanda entrante de votantes: opina acerca de la legalización del aborto, si confían en las instituciones de la democracia representativa, si se informan o no y de qué manera? La respuesta resulta evidente, EL DATO ES PODER POTENCIAL (valga la redundancia) y desde las universidades públicas de la zona, la sociología de enfoque cuantitativo brilla por su ausencia: al parecer Gino Germani no ha llegado al NEA.
Algunas síntesis de los datos que encontramos si
distinguimos a los adolescentes según sexo vemos que hay diferencias
estadísticas: las mujeres escolarizadas
son más propensas a estar más a favor de la despenalización del aborto, a tener
más desconfianza de la policía, a opinar que el idioma castellano es más
machista, que los hombres escolarizados.

Mediante encuestas con un tamaño muestral acorde al universo de adolescentes en la ciudad capital, pero no probabilística ya que las escuelas fueron elegidas con premeditación, sin aleatoriedad. No obstante, los análisis descriptivos univariables (frecuencias sobre una característica de los jovenes) como bivariables (tabla cruzada entre dos características jovenes) hechos pueden llegar a ser representativos de la realidad del universo adolescente.
Si agrupamos los datos según ubicación geográfica del establecimiento educativo a cuáles atienden los adolescentes encuestados sin distinción de sexo, encontramos las siguientes diferencias estadísticas: los jóvenes escolarizados de establecimientos periféricos de la ciudad están menos a favor de la despenalización del aborto, confían menos en las instituciones de gobierno de cualquier nivel y paradójicamente confían más en la institución de la justicia que los jóvenes escolarizados en escuelas del centro de Resistencia. Otras disparidades las encontramos en que los adolescentes de escuelas del centro suelen admirar en mayor medida a líderes políticos del ámbito internacional mientras que los adolescentes de escuelas periféricas se fascinan por políticos del ámbito provincial y nacional.
Es increíble como con un cuestionario, algunos procedimientos de control antes y durante la investigación y técnicas de estadísticas se pueden no solamente ordenar y asociar fenómenos sociales de grandes dimensiones (como este es el caso) sino llegando hasta predecir sus comportamientos a niveles probabilísticos. Posteriormente a todo esto empezaríamos a construir la teoría (en este caso la teoría de la juventud o juventudes) siguiendo así un procedimiento inductivo en este caso: de los datos a la teoría.
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En qué andan los adolescentes Resistencianos? El artículo me pareció interesante pues como decís sobre los jóvenes nuestro futuro tenemos muy poca información. Felicitaciones por el aporte informativo. El conocimiento del interés de cuestiones políticas de nuestros jóvenes deben ser tenido en cuenta en las políticas de estado. Saludos Alfonso Arce
Muchas gracias Enrique por tus palabras!