El Estado surgió como idea de poder evitar el anarquismo y el derrame de sangre en las naciones, un estilo de árbitro en medio del partido. Ahora bien, desde el otro costado se dieron los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, para evitar el totalitarismo desde el ente, lo cual se denomina debajo de la “Teoría del Contrapeso”.
Partiendo desde allí, en los últimos años, ello intentó ser “puenteado” por el kirchnerismo, mediante el poder incrementado de La Cámpora y, en la actualidad, ya con el Partido Justicialista (PJ) como mascota. Para no escatimar en la discusión de si existe, o no.
Alberto Fernández hace de Presidente, en medio de un rol protocolar que es apañado, de buena manera, por la vicemandataria Cristina Fernández de Kirchner y el tercero en discordia: Sergio Massa, quién ahora goza de las mieles del superpoderoso Ministerio de Economía. El jefe de Estado, a veces, ya ni participa de las reuniones en la Quinta de Olivos, o se limita a oír.
Las elecciones celebradas en el peronismo, dieron como amplio vencedor a La Cámpora, el militante defiende sin chistar y pide reelección, la vicepresidente le maneja los tiempos al máximo mandatario y el “panqueque” no tiene más que seguirse alimentando el ego con la cartera premium.
No hay manera de que las internas en el Frente de Todos (FdT) tengan otro pasaje, porque hay demasiada pólvora en el terreno de la “rosca” política, en donde AF busca un precandidato no K, CFK se la jugaría por el gobernador chaqueño Jorge Capitanich y Massa piensa lanzar su campaña propia.
A pesar de todo lo que se cuenta, y hasta a veces cambia en el día por cuestión de minutos, lo que se vive en el Gobierno es sumamente lamentable: pensar en el 2023 con la inflación, el salario y la devaluación caen a pasos agigantados.
Según averiguó NOVA, durante el transcurso de la vida en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), ausentes se muestras las paredes de pintadas o pagada de afiches en la vía pública. Entendiendo que Dios está en todas partes, “pero reside en Capital Federal”.
Desde las fuentes muy cercanas también se pudo vislumbrar que “el Gobierno no tiene idea hacia donde disparar y, además, piensan que es muy pronto para reunirse con la oposición a solas”. Sin embargo, los signos de debilidad en el jefe de Estado son explícitos.
La cuota de poder de Fernández dentro del Gabinete ya se limitaba a un puñado de ministros y asesores. Hace un mes, cuando renunció Martín Guzmán, tanto el presidente como la vice eligieron en su reemplazo a Silvina Batakis, una economista de reconocida capacidad pero sin peso político. La elección tuvo como objetivo bloquear las ambiciones de Massa, quién al final llegó.
Un político que surgió como un “tipo común que pasea a su perro” y, por otro lado, una figura de unidad para el peronismo en pleno 2019. Ahora bien, ya ni siquiera cuenta con vuelo propio dentro del FdT.
Ante todo lo referido, es propicio dejar en claro que el Sillón de Rivadavia fue creado y propulsado como una muestra de respeto hacia el Presidente que se encuentra de turno, líder de la democracia. Sin ir más lejos, ello brilla por su ausencia, igual que el puesto protocolar de máximo mandatario.
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