El Sillón de Rivadavia ya no tiene precio

En su obra magistral Un país al margen de la ley, el reconocido abogado y filósofo argentino Carlos Nino analizó la pronunciada tendencia de los argentinos a no cumplir las leyes, señalando que este extendido desacato, que abarca desde la corrupción hasta la evasión de impuestos, no es inocuo sino que tiene costos para el desarrollo económico y la consolidación de la democracia en Argentina.

Seguimos discutiendo los mismos problemas de siempre, pero cada vez estamos un poco peor. ¿Es posible escapar de esta “anomia boba” que nos perjudica a todos al mismo tiempo de cara al nuevo proceso electoral que debemos enfrentar los argentinos? A juzgar por el escaso o nulo debate sobre las propuestas concretas de los cuatro principales candidatos a ocupar el sillón de Rivadavia, pareciera que no.

La constante discusión de temas intrascendentes por parte de nuestra dirigencia política crea una encrucijada que amenaza con marginarnos aún más en el camino del desarrollo y ese futuro mejor que nos siguen prometiendo en cada elección. En vísperas de un trascendental proceso electoral, se alza como una sombra ominosa la discusión vacua por parte de los cuatro principales candidatos presidenciales.

Hace tres décadas, Carlos Nino advirtió sobre la propensión de la sociedad argentina a ignorar el cumplimiento de las leyes, desembocando en lo que él denominó “anomia boba”. A lo anterior se agrega la discusión de temas intrascendentes por parte de los candidatos presidenciales, no solo corrobora esta tendencia “boba”, sino que la fomenta y perpetúa en el ámbito político.

Persistimos en debatir los mismos problemas de siempre, atrapados en un modelo de país tipo puerta giratoria, donde hay mucho movimiento pero nulo avance. Nos preocupa más saber qué dijo “Cristina” que conocer concretamente las propuestas de los candidatos presidenciales para acabar con los flagelos de la inflación, la inseguridad, la “mala” educación, entre otros temas de gran importancia.

Los candidatos, obsesionados por obtener titulares mediáticos y jugar con estrategias partidistas, desvían la atención pública hacia asuntos superficiales. Mientras la sociedad clama por soluciones concretas a problemas fundamentales, los líderes políticos se sumergen en debates estériles que socavan la seriedad de la política y alejan a la ciudadanía del verdadero meollo de la cuestión, aspecto que se corrobora con el creciente ausentismo electoral evidenciado en las elecciones anticipadas en varias provincias, que se despegaron de la elección presidencial.

Ese cuadro de incertidumbre se ve agravado por la presencia de un “ex” presidente que actúa como presidente. Alberto Fernández ha sido relegado por todo el arco político al triste y efímero rol de ex presidente en ejercicio. Su agenda parece tener poco o ningún valor, quedando al margen de las escasas y desalentadoras medidas tomadas por un gobierno a la deriva, aparentemente interesado solo en minimizar las pérdidas en las próximas elecciones.

Argentina se encuentra en un momento crítico de su historia, donde el desarrollo económico y social está amenazado por la falta de enfoque. Mientras los principales aspirantes presidenciales desperdician tiempo en discusiones frívolas, el país se precipita hacia la anarquía y el estancamiento. El progreso se encuentra en una situación precaria, a merced de la distracción y la indiferencia de quienes aspiran a liderarlo.

Ninguno de los candidatos nos brinda claridad acerca de cómo piensan abordar problemas cruciales como la inflación, el narcotráfico, las leyes necesarias para atraer inversiones que el país necesita desde hace décadas, la reforma de las leyes laborales para generar más y mejores puestos de trabajo, o una modificación del sistema impositivo que actualmente ahoga al contribuyente y lo desalienta generando una economía en negro cada vez más notoria.

La discusión de asuntos intrascendentes no es simplemente una distracción, sino que crea un ambiente propicio para la anomia social. Cuando la ley pierde su significado y la transgresión se normaliza, los cimientos de la democracia comienzan a debilitarse. La anomia, cual voraz monstruo, acecha en la oscuridad, amenazando con arrastrarnos, aún más, hacia el subdesarrollo.

Es crucial que los líderes políticos comprendan la importancia de su responsabilidad y se comprometan genuinamente con la sociedad que representan. La política no es un juego de palabras vacías; es el camino hacia la construcción de un futuro sólido y próspero. Los candidatos deben resistir la tentación de lo intrascendente y abrazar la urgencia de los temas que realmente afectan a los ciudadanos.

Faltan apenas 14 días para la primera cita en la que los argentinos iniciaremos el proceso electoral para elegir al próximo presidente. La discusión de lo efímero en la política argentina es una amenaza que no debe subestimarse. De cara a un nuevo proceso electoral, el país se encuentra en un punto crítico de su historia, donde las decisiones que se tomen pueden marcar un rumbo irreversible.

Es imperativo que los actores políticos pongan en el centro de la discusión los temas verdaderamente trascendentales para el futuro de Argentina. De lo contrario, la intrascendencia podría convertirse en una sombra infausta que oscurezca el horizonte de la nación y perpetúe un ciclo de estancamiento político y social.

El llamado a la responsabilidad es un deber ineludible para quienes tienen el poder de influir en la opinión pública y en la toma de decisiones. Solo a través de un enfoque consciente y comprometido con lo relevante, Argentina podrá encaminarse hacia un futuro próspero y justo para todos sus ciudadanos. El tiempo apremia, y la disyuntiva está planteada: ¿Será la política argentina capaz de superar el reto de lo intrascendente y enfrentar los desafíos con valentía y sabiduría? La respuesta yace en las manos de aquellos que tienen la responsabilidad de liderar y servir a su nación.

Es relevante destacar que, en medio de la repetitiva discusión de los problemas habituales que no conducen a soluciones concretas, el discurso del presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, durante este sábado, sobresalió notablemente por su claridad en contraste con la opacidad política general. Pino logró expresar no solo las demandas de su sector, sino también supo sintetizar las preocupaciones que agobian a la mayoría de los electores.

Es deseable esperar que los candidatos a la Presidencia de la Nación sean capaces de asumir el desafío de discutir ideas y planes concretos para sacar a nuestro país de décadas de decadencia y pobreza. Ha llegado el momento de que, como votantes, exijamos que nuestros líderes asuman la responsabilidad y se enfrenten de una vez por todas a los problemas de manera decidida y firme.

NOVA.

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