Por un cofre de tierra

A Yapeyú, con el zaino lento. A Yapeyú, para recordar y homenajear al Libertador. Con su guitarra al costado. Con montura bien salteña de guardamontes aperos. Como Güemes, pero para San Martín. Una noche de enero.

Con el calor del verano, pero en el pecho. Orgulloso del viento que se respira. Feliz de pensar cómo se piensa. Siempre del lado del pueblo, siempre del lado del obrero y el trabajador explotado.

De gauchos su estirpe, de gauchos como su padre. “El Turco” su apodo. Jujeño de nacimiento.

A López Rega no le gustaba nada este trovador. Eso de andar haciendo poesía de “izquierda” le resultaba asqueroso. ¿Qué iba a entender “lopecito” lo que es ser un “olvidao” ?; ¿Qué iba a entender el Brujo lo que es la vida real si pernoctaba en la fantasía esotérica de los viejos cadáveres embalsamados?

Al gobierno militar de Videla posterior al golpe a Isabel tampoco le simpatizaba Cafrune. Eso de “Zamba de mi esperanza” era extremista, subversivo. Cómo iban usar la palabra “Esperanza” para una canción. Debía ser una trova prohibida. Rayaron todos los discos de vinilo en todas las radios del país para que no se escuche ninguna composición del poeta.

Pero cuanto más se prohíbe, mas se transgrede, sobre todo cuando proviene de la poesía del alma del pueblo. Es increíble el daño que puede hacer la letra y la canción a un gobierno. Ahora entiendo porque el auge actual de la música electrónica; el “reguetón”; la cumbia llena de falso romanticismo erótico se suman otros estilos y se imponen a través de medios de comunicación siempre aliados al poder allá en lo alto.

La cultura plena nacida de la tierra o el barrio puede ser raíz de protesta y lucha para las clases más desposeídas. Víctor Jara, muerto; Paco Urondo muerto; Mercedes Sosa exiliada; Juan Gelman exiliado; Tantos otros ocultándose tan solo por pensar. Tan solo por ser parte de la voz de los pueblos en su tiempo. A Yapeyú se dirigió Cafrune. Soñaba con que el Libertador desde una estrella lo deje que cante como él sabía. El Fino Gutiérrez lo acompañaba en otro pingo valiente. De a dos se combate mejor la soledad. De a dos se fabrica mejor la historia.

El 31 de enero de 1978 partieron desde Plaza de Mayo. No se sabe bien si hubo mucha o poca gente. A los poetas tildados de “comunistas” no se les daba mucha letra por más que triunfaran en el mundo. Había vuelto a la patria porque su papá estaba enfermo. Estaba Cafrune “obligado” por las circunstancias a trabajar sin poder escapar de los gobiernos que perseguían a los inspirados. Cinco hijas y un varón conformaban la prole que cimentaba el amor familiar del juglar.

Yamila abogada y cantora extraordinaria, es la heredera de la música que cantaba su padre. Reconocido en Europa por talento. Perseguido en su país por defender al pobre. Una semana antes de aquel treinta y uno, cometió un error garrafal. Su público pidió a vítores que cante esa zamba que hablaba de esperanza. El accedió y cantó. La plaza Prospero Molina enloqueció de aplausos y él fue por más melodías de libertad. Cuando interpretó “El Orejano” fue insoportable para la derecha argentina. Lo condenaron a muerte más pronto que tarde. Dicho poema era belicoso.

En aquellas épocas la sociedad venía armada, tanto civiles como militares se ufanaban de los fierros y de la muerte. Cafrune representaba la vida, porque su arma era una guitarra. Con ella disparaba balas de plomo espiritual. Era mas valiente que sus enemigos porque ellos se ocultaban tras las sombras. El, los enfrentaba desde un escenario. Videla necesitaba de los paramilitares y los parapoliciales.

Las fuerzas de seguridad necesitaban de la mentira, el espanto y la cobardía para enfrentar al gaucho jujeño. La melodía era intolerable por su letra:

“Yo sé que en el pago me tienen idea

porque a los que mandan no les cabresteo

porque despreciando las huellas ajenas

se abrirme camino pa`dir donde quiera.”

Le costó la muerte. Pero no le costó la vida. El turco comenzó a vivir en cada voz que reclamaba justicia; en cada zamba, en cada chacarera; en cada chamamé para defender y reclamar desde la figura sufrida y espantada de un pueblo arrasado por el genocidio.

Transportaba consigo en aquel fatídico viaje, un cofre con tierra de Boulogne Sur Mer (Francia) para ofrendar al Libertador en Yapeyú. Lugar de nacimiento e infancia del más grande patriota que hubo dado la Argentina.

Tal intención era imperdonable para la dictadura militar. “Nadie mas que las fuerzas armadas” podían arrogarse homenajear a un militar de la talla de don José Francisco. ¿Cómo un gaucho comunista podía pretender ponerse en el lugar de ellos para honrar las armas que defendieron la nación?

Benavidez fue el lugar donde un Rastrojero se lo llevó por delante a Cafrune y su compañero de cabalgata. Un tal Diaz lo atropelló. La noche fue el manto y el disfraz para dejarlo agonizar durante horas. La camioneta pertenecía al Ministerio de Bienestar Social. Se dice que fue planificado por un coronel llamado Carlo Enrique Villanueva. Nunca se sabrá la verdad. No tenemos pruebas. Tampoco los que pensamos parecido tenemos dudas.

Los que amamos al Jujeño tan insoportablemente vivo como todos los héroes del pueblo, lo reivindicamos. Los asesinos están muertos en vida. Se empacharon de sangre, tortura y muerte. En lugar de matarlo, le dieron existencia eterna .

“Aunque mucho he traqueteado

No me engrilla la prudencia Es una falsa experiencia

Vivir temblándole a todo Cada cual tiene su modo

La rebelión es mi ciencia”.

En medio de la presión del rumor que aturdía en aquellos tiempos. Cafrune sacaba el facón de sus versos para denunciar a la dictadura de Videla, Massera y Agosti.

Estaba condenado. Su arma no derramaba sangre. Solo influenciaba corazones. Solo se exponía como sacrificio de su propio pueblo sometido por los milicos. Les demostraba desde el escenario que no les tenía miedo. Sin odio, pero reclamando justicia.

Justicia que se vio como un circulo cerrándose el día 17 de mayo de 2013 fecha en que murió defecando en el baño de su celda, aquel Teniente General genocida llamado Jorge Rafael Videla.

Alejandro Zabaleta
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